La sensación de meterse en las entrañas de la Tierra sólo se asemeja a la lectura del clásico de Verne. Pero de una forma más vívida, más presente.
La primera parte del recorrido desciende en forma constante, hasta llegar a unos 20 metros por debajo de la ciudad, y en los estrechos túneles se puede observar una parte de la historia de Paris: fechados en los muros encontramos los años de inspección, que datan de finales del siglo XVIII en su mayoría.
Originalmente se trataba de canteras, de donde sacaron las piedras para la construcción que, cuando comenzaron a ceder por el propio peso de las edificaciones y de la tierra, Luis XVI prohibió la continuidad de su explotación y comenzaron las inspecciones para reforzarla.
A la segunda parte se accede tras una entrada con la inscripción: Detente, éste es el imperio de la muerte.
Ahí comienza la parte más impresionante del recorrido, el osario municipal, donde se encuentran los huesos de más de seis millones de parisinos, trasladados desde diferentes cementerios de la ciudad, entre 1786 y hasta 1859. Como si caminar entre los muertos no fuera lo suficientemente impresionante, nos encontramos con un sinnúmero de inscripciones haciendo referencia a lo efímero de la vida y lo inexorable de la muerte.
Este lugar maravilloso surge como consecuencia de dos hechos sin relación: la fuerza de gravedad afectando las canteras y la emergencia sanitaria en el Cementerio de los Inocentes, que hace que surja la idea de usar ese lugar como osario.
En tercer lugar, este paseo tiene un atractivo especial para los amantes de la geología: se pueden ver diferentes capas de la tierra, restos del antiguo mar del Luteciano que ocupaba el lugar hace 45 millones de años y los socavones con forma de campana.

Un paseo imperdible… para todo aquel que no sufra de claustrofobia.

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