Hace más de una década, cuando estuve por primera vez en Paris, había una Vuelta al Mundo (o noria, o como les guste llamar a esas ruedas gigantes).
Después no la volví a ver y me dijeron que la habían puesto por los festejos del nuevo milenio y que la habían desarmado un par de años después.
En fin, nunca más supe de la Vuelta al Mundo de París y siempre lamenté no haberme podido subir cuando estuve. Miraba con envidia la de Londres y pensaba subirme la próxima vez que fuera.
Pero el fin de semana pasado de pronto la vi. ¡Ahí estaba otra vez! Enorme y hermosa, tentándome.
Entonces me dijeron que es desarmable y que de tanto en tanto la montan por un par de meses. Sí, algo así de grande va apareciendo y desapareciendo de tiempo en tiempo en la ciudad. Parece ciencia ficción.
Averiguando un poco más parece que no estuvo ociosa en sus desapariciones de Paris y que estuvo dando vueltas por Manchester y por Amsterdam. Pero ojo: ¡la que vemos en Paris no es siempre la misma!
La primera es la Grande Roue de Paris de 100 metros de diámetro y que estuvo de 1900 a 1937. La que vi en febrero de 2000 es la Roue de Paris, de 60 metros, y que desmantelaron en 2004. ¿Y cuál es la que está ahora? Ni idea, cuando logre averiguarlo les cuento. Mientras tanto hablemos sobre cómo es verla ahí y la experiencia de subirse.
Como podrán adivinar, no quise perder la oportunidad y decidí ir lo antes posible.
Es un espectáculo magnífico verla formando parte del paisaje parisino, surgiendo en medio de los árboles y algunas de las construcciones más hermosas de la ciudad. Me quedó pendiente ir a verla de noche, pero la versión diurna es simplemente espectacular.
El precio es caro: 10 euros los adultos y 5 euros los menos de 12 años (sólo en efectivo). Pero fueron las tres vueltas más maravillosas que di en mi vida.
La primera, muy lenta, fue de descubrimiento. No podía dejar de exclamar, señalar lugares y sacar fotos. La cabina se movía un poco y no resultaba tan fácil enfocar, menos a través del reflejo del vidrio, pero tampoco me preocupé demasiado. Para las siguientes dos vueltas guardé la cámara y me dediqué simplemente a disfrutar. La perspectiva es única. La ciudad se ve más integrada que desde la Torre Eiffel y desde un ángulo perfecto. Honestamente, a pesar de lo corto del paseo fueron los 10 euros mejor gastados en mucho tiempo.
Publicado originalmente en agosto de 2013.
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