Paris es una ciudad relativamente chica. La gran mayoría de sus atractivos turísticos se encuentran cerca del río y se puede ir de uno a otro a pie.
Pero uno de los grandes íconos de la ciudad se encuentra un poco más allá, al norte, en el corazón del 18ème arrondissement. Se trata de la basílica de Sacré-Cœur, coronando el barrio de Montmartre.
Para una experiencia completa recomiendo llegar por la rue de Steinkerque (en Metro se bajan en la estación Anvers) e ir acercándose y subiendo hasta llegar a la plaza y las escalinatas, para tener un panorama completo de la basílica en contexto.
Si pueden, eviten el funicular. Tomen su tiempo para cruzar el parque que la precede y que una antesala genial. Pero si están cansados, el funicular es una buena forma de ascender al costo de un ticket de Metro.
La basílica se destaca sobre todo por su arquitectura, que a muchos sorprende porque es totalmente diferente del resto de los edificios religiosos de la ciudad. Su estilo romano-bizantino contrasta con el gótico de Notre-Dame de Paris.
Por dentro también es bellísima y se puede recorrer (sin sacar fotos y respetando a los fieles que la visitan como lugar de oración y no sólo como turistas). También, previo pago de una entrada, se puede subir y acceder a una de las vistas más altas de la ciudad.
Para terminar el paseo, pueden perderse por las callecitas de Montmartre y recorrer uno de los barrios más pintorescos de la ciudad y, por qué no, encontrarse con otro ícono de Paris: el Moulin Rouge 😉
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